viernes, 30 de julio de 2010

El Árbol Sagrado


Cada etnia se identifica sobre todo con un árbol autóctono de la región que ocupa, y que no nace y se cría espontáneamente en ningún otro lugar, de esa manera establecen su derecho territorial.

Las raíces de las plantas descienden y cuanto más abajo van, más humedad encuentran. Esto está acorde con las leyes de la naturaleza y es una de las evidencias de la sabiduría del Principio de Unidad Supremo entre todos los niveles de la realidad.

Las plantas se esparcen y se siembran según la necesidad del ecosistema; surgen del suelo, de modo que las partes que han de ser tocadas por el Sol y la lluvia aparecen por sobre el suelo, y las raíces pujan hacia abajo para hallar los minerales que les son proveídos.

Tronco y ramas creciendo hacia el sol, raíces y semillas pujando hacia la humedad. La planta, entonces, hace dos trabajos, tiene dos tareas: subir y profundizar al mismo tiempo.

Por eso todos los antiguos tenían para ejemplo de su vida a los grandes árboles, los lawales (alerces), los pewenes (araucarias), las palmeras caratay, las inmensas ceibas en Centroamérica; los llamaban pelwenu, "gargantas", "pasadizos del cielo": ellos comunican con los dos mundos, muestran lo que pasa arriba y lo que pasa abajo.

Las plantas jamás se quedan en la superficie, sino que crecen hacia arriba y hacia abajo; esto nos enseña los humanos nuestra doble tarea de crecimiento:

- crecer espiritualmente, erguirnos, elevarnos hacia el Gran Poder que nos sembró aquí,
- y profundizar nuestras habilidades terrenas, nuestra fuerza, coraje y destreza física, buscando esa fortaleza que otorga el tener amplias y profundas raíces.

Para un hombre, un árbol es un ejemplo y un desafío.

Y aún resta considerar tener flores bellas y hacer frutos útiles.

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